En general, las consultoras proporcionan a sus clientes orientación y asesoría para lograr un mejor rendimiento, el ahorro de costos o cómo afrontar el futuro con las mayores seguridades. No obstante, no todas las consultorías ofrecen los mismos servicios ni, lógicamente, los mismos resultados. De hecho, se pueden distinguir cuatro tipos de consultoría:
- La consultoría estratégica,
- La consultoría de IT (Tecnologías de Información),
- la consultoría de encargo y
- la consultoría de implementación.
La consultoría estratégica
Tiene por definición ayudar a las empresas a posicionarse, jerarquizar y seleccionar los mercados y actividades en las que desean desenvolverse e invertir, definir y hacer evolucionar su modelo de negocio, etc., en otras palabras, ayudan a orientar las opciones fundamentales de futuro.
La consultoría de IT
Por su parte, es aquella que proporciona a la dirección de la compañía los instrumentos y los elementos tecnológicos necesarios para gestionar los recursos y los procesos productivos.
La consultoría de encargo
es la que realiza como su nombre lo dice, estudios o tareas específicas que requieren una empresa o un directivo, como por ejemplo documentar un proceso, descripciones de puestos, estudios genéricos de mercado, etc.
La consultoría de implementación
A menudo se supone que la instalación del cambio requerido para responder a las estrategias, es misión del cuerpo ejecutivo quien debe poder llevarlo a cabo por si mismo, sin necesidad de técnicas o metodologías particulares. Esta visión de las cosas es en gran medida responsable de las fuertes pérdidas de productividad a las que nos referíamos al principio de este artículo. La consultoría de implementación es el apoyo necesario para lograr la óptima y rentable instalación de las estrategias decididas por la dirección, con la mayor economía de esfuerzos y de recursos. Aunque menos conocida, la consultoría de implementación es la única de los cuatro tipos de consultoría que va más allá del mero análisis y la presentación de informes y consejos que luego deberán ser puestos en ejecución por los responsables internos.
En un lenguaje coloquial, podríamos afirmar que la consultoría de implementación “pone manos a la obra”, se implica con su cliente y ofrece resultados cuantificables. Para ello, profundiza en los problemas derivados de los procesos productivos y determina las soluciones que los eliminan para hacer posible una productividad óptima y, a partir de tales elementos, acompaña a los diferentes niveles organizativos y operativos de la empresa en la instalación de los cambios necesarios para pasar de la situación existente a otra que permita optimizar la utilización de los recursos y conseguir en el terreno la aplicación de la estrategia empresarial definida. Estas medidas se ponen en práctica a través de su implementación directa en el funcionamiento diario de la empresa y de su personal a todos los niveles.
Este es el tipo de consultoría que realiza Norris & Elliott. Su método se centra en detectar los problemas ligados a la asignación y la utilización de los recursos y aportar los elementos necesarios para solucionarlos. Para ello, estudia detenidamente cada empresa a la que ofrece sus servicios y desarrolla un programa de consultoría de implementación, que se estructura en tres etapas principales: Diagnóstico, Ejecución y Seguimiento.
Una particularidad importante del proceso de Norris & Elliott” es que ninguna de las etapas mencionadas es ejecutada por los consultores en el vacío, en todas ellas se utiliza una metodología que implica y hace participar, en mayor o menor medida, a los integrantes de la empresa en el programa de mejoras y de transformación de la organización.
En la primera etapa, Diagnóstico, se analizan las disfunciones existentes en relación a los objetivos y necesidades económicas de las organizaciones y se evalúa y cuantifica el impacto económico de sus ineficiencias de implementación. Tras este primer análisis, se elabora un detallado programa de trabajo que marca unos objetivos, unas acciones a realizar, un calendario de ejecución de las mismas, así como los criterios para medir el éxito del programa en términos de Beneficios económicos y Retorno de la inversión en un año. –que debe ser entre 2, y 3 veces para que el programa siga adelante-.
En la fase de Ejecución, se mejora la técnica de los procesos de la organización, con la participación y la implicación directa de las personas que la integran. Para lograrlo, se les acompaña, día a día, en la puesta en práctica de todas las acciones necesarias para llevar a cabo el proceso con éxito. Generalmente, esta fase dura entre 4 a 6 meses.
En la tercera y última etapa, Seguimiento, se instalan los instrumentos que harán posible asegurar la continuidad de los logros alcanzados. Así mismo, se aporta a la organización el conjunto de herramientas que le permitirán identificar de forma autónoma las desviaciones sobre los objetivos que se marquen y la manera de corregirlas.